viernes, enero 02, 2009

Palomas

las manos buscan un asidero. el frio grita a mis espaldas y cambio de mesa. las manos prueban la bufanda, el sombrero gris o café. desde mi mesa y a la distancia de los días no puedo distinguir el color o si era gorra o boina, tal vez. se posan sobre las piernas un instante y luego desacomondan los lentes para volver a tocar los muslos y subir a acomodar los lentes. por ratos algún golpe involuntario de debajo de la mesa amenza con tirar la cerveza que con una agilidad de jugador de pelota purépecha atrapo. las manos entran en sintonía con la voz, señalan al público y finalmente piden una guitarra que toca y que toca la misma canción. ya mentalmente hago cálculos sobe la cuenta, ignoro en realidad si fueron seis o siete chelas, si fueron dos horas de concierto, si hay alguna rola que le faltó por cantar. las manos se acomodan bien a las cuerdas, a la madera, y se acoplan al buki y origel, bajo y guitarra, aplausos y carcajadas. inevitablemente pienso en ella, y su paseos por la nieve, voy al baño. y la voz amenaza: las manos no podrán preparar una raya jamás, destapar una botella, enceder un cigarro; por ahora.

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