Penumbrario
La ausencia de luz nos colocan en un estado propenso a crear quimeras. Fantasmas, bestias, vampiros, sucubos. A veces logran colarse a la realidad (la realidad que creas), se instalan ahi para soñarnos. La palabra es fuego que debe ser alimentado por mas palabras, nos muestra un camino, entre la cantera. Penumbrario de los ires y venires de los extraños habitantes de Morelia, de sus creaciones.
sábado, febrero 11, 2012
Hablado
domingo, julio 17, 2011
Goteo
La noche se desquita contra las láminas del techo, en forma de lluvia de húmedos clavos que hielan, y se incrustan, en el ojo izquierdo, detrás del ojo izquierdo y en la frente, y ahí palpitan. Las ausencias me tocan, me bañan, lo mismo que la blanca luz del foco, intocable, me perturba aunque es imperturbable, una risa con dentadura perfecta y pervertida amabilidad (ahora duermes lejos, y tu respiración se pierde entre murmullos de motores, nubes llorosas, trenes irreales, orgasmos probables).
No hay certezas, todo lo bueno que creí que era ha desaparecido, mera ilusión. Todo tengo y todo me falta, quiero retener el sonido de cada gota porque se que reproduce palabras que forman el nombre (tu nombre) y mi cuerpo (tu casa). Ahora debo caminar de nuevo, colocar la primera piedra. Tras la lluvia una mínima gotera taladra un charco.
miércoles, mayo 18, 2011
Nublado
Varias versiones de la tarde (intentan ser poéticas) se conjuntan en la que que ahora escribo. Pero esta tarde mi pincel, mi inspiración, o no se cómo llamarle, es de un único tono gris. Me irritan de la misma forma los buenos recuerdos y los malos; todo pensamiento o idea es igual que una leve infección en la próstata. Intento por ejemplo describir el vuelo de una ave, pero a su paso va soltando humo y claxonazos. Luego ese humo golpea contra la cortina de la ventana y llega poco a poco a mi nariz que es afónica, ágrafa, miope, el olor de diecinueve meses atorado en el escape. Otro paisaje evocado describe a la tarde como un aparador vacío, donde se espera que coloquen sonrisas coloridas, el sonido del tambor, las voces que van como flechas; o al menos una de ellas, la indispensable, de hecho la única, las otras son recuerdos. Pero nada sucede, sólo el sonido del transcurrir del carrete de la cinta. Ante esto el aire se marchita, lo que aumenta el factor de grisaciedad. Es decir la tarde y su autor más anodinos. Pero a ella le sucede la noche. Ese libro abierto, abismo en el cabe incluso algún sentimiento que asemeja la felicidad; huele a rosas, a banqueta húmeda, a pasos rítmicos.
jueves, julio 08, 2010
Pupa
sábado, enero 09, 2010
Corazón de jaguar
sábado, enero 02, 2010
Crisálidas
domingo, febrero 08, 2009
Un grafógrafo más
La luz del monitor apenas me salva de la total penumbra. Escribo casi sin mirar la pantalla, sin plan. Palabras brotan como si los ojos las tomaran de la cortina que apenas acepta un poco de luz; sus pliegues encierran horas minutos segundos. Me observan, mudos, palabras posadas a lo ancho de la oscuridad posada sobre la mesa, separando cada hoja de cada de cada libro dejado sobre ella. Detrás de esta vista hay un paisaje diurno con sombras móviles, pero mi disposición, mi talento, no pueden descifrar. Resisto a cerrar los ojos por temor a perder la imprecisa historia sin ojos que me senté a escribir.
Dormir no servirá (aunque lo intente no podré hacerlo ahora). Ciertos indicios: el vuelo de una mosca invisible, el rumor nocturno, el golpeteo de la humedad en la ventana; me hacen suponer que este insomnio es el mismo sueño en el que me veo que escribo, mis manos pesean ante el teclado como si fuera una mujer dormida que apenas se atreven a tocar. La luz del monitor es una luna solitaria en medio de la habitación vacía.