domingo, febrero 08, 2009

Un grafógrafo más

La luz del monitor apenas me salva de la total penumbra. Escribo casi sin mirar la pantalla, sin plan. Palabras brotan como si los ojos las tomaran de la cortina que apenas acepta un poco de luz; sus pliegues encierran horas minutos segundos. Me observan, mudos, palabras posadas a lo ancho de la oscuridad posada sobre la mesa, separando cada hoja de cada de cada libro dejado sobre ella. Detrás de esta vista hay un paisaje diurno con sombras móviles, pero mi disposición, mi talento, no pueden descifrar. Resisto a cerrar los ojos por temor a perder la imprecisa historia sin ojos que me senté a escribir.

Dormir no servirá (aunque lo intente no podré hacerlo ahora). Ciertos indicios: el vuelo de una mosca invisible, el rumor nocturno, el golpeteo de la humedad en la ventana; me hacen suponer que este insomnio es el mismo sueño en el que me veo que escribo, mis manos pesean ante el teclado como si fuera una mujer dormida que apenas se atreven a tocar. La luz del monitor es una luna solitaria en medio de la habitación vacía.