Varias versiones de la tarde (intentan ser poéticas) se conjuntan en la que que ahora escribo. Pero esta tarde mi pincel, mi inspiración, o no se cómo llamarle, es de un único tono gris. Me irritan de la misma forma los buenos recuerdos y los malos; todo pensamiento o idea es igual que una leve infección en la próstata. Intento por ejemplo describir el vuelo de una ave, pero a su paso va soltando humo y claxonazos. Luego ese humo golpea contra la cortina de la ventana y llega poco a poco a mi nariz que es afónica, ágrafa, miope, el olor de diecinueve meses atorado en el escape. Otro paisaje evocado describe a la tarde como un aparador vacío, donde se espera que coloquen sonrisas coloridas, el sonido del tambor, las voces que van como flechas; o al menos una de ellas, la indispensable, de hecho la única, las otras son recuerdos. Pero nada sucede, sólo el sonido del transcurrir del carrete de la cinta. Ante esto el aire se marchita, lo que aumenta el factor de grisaciedad. Es decir la tarde y su autor más anodinos. Pero a ella le sucede la noche. Ese libro abierto, abismo en el cabe incluso algún sentimiento que asemeja la felicidad; huele a rosas, a banqueta húmeda, a pasos rítmicos.
La ausencia de luz nos colocan en un estado propenso a crear quimeras. Fantasmas, bestias, vampiros, sucubos. A veces logran colarse a la realidad (la realidad que creas), se instalan ahi para soñarnos. La palabra es fuego que debe ser alimentado por mas palabras, nos muestra un camino, entre la cantera. Penumbrario de los ires y venires de los extraños habitantes de Morelia, de sus creaciones.
miércoles, mayo 18, 2011
jueves, julio 08, 2010
Pupa
sábado, enero 09, 2010
Corazón de jaguar
sábado, enero 02, 2010
Crisálidas
domingo, febrero 08, 2009
Un grafógrafo más
La luz del monitor apenas me salva de la total penumbra. Escribo casi sin mirar la pantalla, sin plan. Palabras brotan como si los ojos las tomaran de la cortina que apenas acepta un poco de luz; sus pliegues encierran horas minutos segundos. Me observan, mudos, palabras posadas a lo ancho de la oscuridad posada sobre la mesa, separando cada hoja de cada de cada libro dejado sobre ella. Detrás de esta vista hay un paisaje diurno con sombras móviles, pero mi disposición, mi talento, no pueden descifrar. Resisto a cerrar los ojos por temor a perder la imprecisa historia sin ojos que me senté a escribir.
Dormir no servirá (aunque lo intente no podré hacerlo ahora). Ciertos indicios: el vuelo de una mosca invisible, el rumor nocturno, el golpeteo de la humedad en la ventana; me hacen suponer que este insomnio es el mismo sueño en el que me veo que escribo, mis manos pesean ante el teclado como si fuera una mujer dormida que apenas se atreven a tocar. La luz del monitor es una luna solitaria en medio de la habitación vacía.
lunes, enero 12, 2009
Ojos
Te dejo ir, ya tomé lo que fue para mi. Los ojos ya me dan la espalda, tu cuerpo se contonea como un gesto de despedida. Todo el día transcurrirá impregnado de rocío.
viernes, enero 02, 2009
Palomas
domingo, noviembre 16, 2008
Contigo
domingo, septiembre 07, 2008
La casa
sábado, julio 12, 2008
Caminar
sábado, septiembre 02, 2006
Cuarto de siglo
Inicio la cuenta regresiva sin saber dónde serán los minutos finales; si tu rostro estará para contemplarme ciego, sobre cuatro ruedas. Miro a los cuatro costados de este cuarto asimétrico por donde sube la noche con sus veinticinco horas arañando las paredes. Anida en una esquina. Ni con el sueño la puedo espantar, y si apago la luz su brillo me induce a gritar, muy para adentro, y arrojar sobre ella la botella de la que habría de beber los poemas que aún no he escrito...